STEPHEN MALKMUS & THE JICKS - Real Emotional Trash (Matador, 08)
Ahora que nadie parecía echar de menos a Stephen Malkmus, aquel chico listo de la clase que despuntara a principios de los noventa con el indie-rock, acaba de publicar su cuarta grabación en solitario. Su carrera al margen de los imprescindibles Pavement había pasado a un segundo plano, y eso que su debut ("Stephen Malkmus" ) recibió halagos por todas partes. Y, pese a entregar sólo buenos discos (ahí está su anterior "Face the truth"...), los focos ahora miran para otro lado.
Pero tranquilo querido fanzinero, que si a tí como a mí la banda de moda del mes te la suda, no tendrás problema al reconocer en "Real Emotional Trash" el disco más completo de Malkmus desde que se hace acompañar de los Jicks.
A lo largo de todo el disco la guitarra de Stephen es la principal protagonista, desde la inicial "Dragonfly Pie" con su estribillo saltarín, llena de saturación el estéro. La voz suena tan familiar y cercana como siempre, y los juegos melódicos de Malkmus convierten en inmediatas canciones de mucha mayor profundidad, como en "Hopscotch Wille", un viaje ácido que remite directamente a la California de los Doors.
Malkmus no tiene nada que demostrar a estas alturas de la vida. Sabemos de su habilidad para el pop ("Cold Son" y su guiño a Big Star, "Gardenia", geniales ambas), que ya era complejo y maduro hace una década, pero es que con sus nuevas canciones no hay lugar a la objeción. La mitad de temas superan los 5 minutos de duración, pero no hay divagaciones, las estructuras y los ritmos bailotean para hacer placentera cada décima de segundo. Los 10' 08'' de "Real Emotional Trash" (canción) son el mejor ejemplo.
Y hay más, "Out of reaches", "Baltimore", "Elmo Delmo", "Wicked Wanda". Nos encontramos ante la versión más alucinada y sicodélica de Malkmus, con ese regusto a la costa oeste que tan buenos resultados le ha dado.
No importa que las canciones tomen formas clásicas (mas bien las formas clásicas se ajustan a sus canciones), no importa mientras sean tan irresistibles como las de este disco. Me alegra comprobar lo bien que le sientan los años a Stephen, que ya tiene su disco definitivo post-Pavement, componiendo canciones accesibles, hasta tarareables y por otro lado, esquivas, capaces todavía de saltarse el guión y experimentar un poquito.
Pero es que, por si fuera poco, con cada nueva entrega los Jicks suenan más compactos y estupendos (se suma ahora a la batería Janet Weiss, de Sleater-Kinney).
A lo largo de todo el disco la guitarra de Stephen es la principal protagonista, desde la inicial "Dragonfly Pie" con su estribillo saltarín, llena de saturación el estéro. La voz suena tan familiar y cercana como siempre, y los juegos melódicos de Malkmus convierten en inmediatas canciones de mucha mayor profundidad, como en "Hopscotch Wille", un viaje ácido que remite directamente a la California de los Doors.
Malkmus no tiene nada que demostrar a estas alturas de la vida. Sabemos de su habilidad para el pop ("Cold Son" y su guiño a Big Star, "Gardenia", geniales ambas), que ya era complejo y maduro hace una década, pero es que con sus nuevas canciones no hay lugar a la objeción. La mitad de temas superan los 5 minutos de duración, pero no hay divagaciones, las estructuras y los ritmos bailotean para hacer placentera cada décima de segundo. Los 10' 08'' de "Real Emotional Trash" (canción) son el mejor ejemplo.
Y hay más, "Out of reaches", "Baltimore", "Elmo Delmo", "Wicked Wanda". Nos encontramos ante la versión más alucinada y sicodélica de Malkmus, con ese regusto a la costa oeste que tan buenos resultados le ha dado.
No importa que las canciones tomen formas clásicas (mas bien las formas clásicas se ajustan a sus canciones), no importa mientras sean tan irresistibles como las de este disco. Me alegra comprobar lo bien que le sientan los años a Stephen, que ya tiene su disco definitivo post-Pavement, componiendo canciones accesibles, hasta tarareables y por otro lado, esquivas, capaces todavía de saltarse el guión y experimentar un poquito.
Pero es que, por si fuera poco, con cada nueva entrega los Jicks suenan más compactos y estupendos (se suma ahora a la batería Janet Weiss, de Sleater-Kinney).
Stephen y sus chicos, nada que envidiar a Wilco
Por Zeta
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