lunes, 4 de febrero de 2008

DOSSIER. FLAMIN' GROOVIES

Los Groovies son la mejor banda
de rockandroll de todas las mejores
bandas de rockandroll
Jaime Gonzalo, director de Ruta 66


Si esto lo decía a propósito de “Way over my head”, pieza de pop incandescente pero menor y ya de su última y menos satisfactoria etapa, qué hubiera dicho de comentar alguno de sus temas mas logrados y flamígeros.
Es verdad que esto es una afirmación maximalista, realizada por un fan enfebrecido al toparse con un nuevo artefacto groovico, pero qué sería del rock sin alabanzas desmedidas como éstas, sin esos egos más consistentes que la ciudad de Petra, ¡¡si hasta Liam Gallager, el payaso de los Oasis se autoproclama a la altura de Lennon y Elvis!
Como siempre, como en todo estas manifestaciones epopéyicas alimentadas por la subjetividad más recalcitrante habrá que considerarlas a medias y acompañadas de una sonrisa de complicidad; ponderadas según el criterio y las sensaciones de cada cual, habremos de asentir el aserto que ya nos regalara nuestro antiguo profesor de Química de segundo de BUP, Don Manuel Serrano, de que “nada es verdad ni mentira, sino que todo depende del color del cristal con que se mira”.

Sí es cierto que los Groovies fueron (lo que queda ya sólo es un remedo insignificante de su grandeza pretérita) una banda ejemplar en las actitudes, talentosa y exquisita a la hora de la revisitación y memorable en la composición. Consiguieron como pocos conjugar la eterna y determinante dualidad Stones-Beatles con una clase inigualable, respetaron la tradición y fomentaron una devoción desmedida por el rockandroll clásico cuando todo empezaba a fenecer en pos de un sinfonismo inane, fueron vehementes en la interpretación en directo, donde alcanzaron su verdadero potencial y se atoexcluyeron de la dictadura de las modas de las cuales siempre renegaron . Ante todo fueron fans que hicieron de pasión virtud, que tocaban música para divertirse y poder escapar de la rutina que atenaza la vida de la mayor parte de los mortales; fueron festivos y hedonistas y buena parte de su mundo se reducía al aspecto lúdico de una existencia en la que no dudaban en perseguir cabezas adolescentes alocadas con canallas como Kim Fowley o proclamar en brillantes canciones que era frenética acción lo que necesitaban para estar eternamente felices y dichosos.


Los descubrí a propósito de “One night stand”, un refrito de antiguos éxitos, producido desde Australia por un fan, Meter Noble, que les dio la penúltima oportunidad donde resarcirse de un pasado reciente drogota y de expolio en los derechos de autor. En “One night stand” estaban confinadas perlas del calibre de “Shake some action”, “Slow Death” y algunas, magníficas, versiones de héroes como los Hoodo Gurus, The Who o Paul Revere and the Raiders. Informado de que en la banda sólo había dos componentes originales, Jordan y Alexander, y de que el guitarra y el batería eran dos mercenarios jóvenes a sueldo que estaban en las antípodas estilísticas de antiguos groovies, me dispuse a zambullirme en el universo de los de San Francisco sin dudarlo ni un instante. Si con esos mimbres “One nigt stand “ era un engendro altamente elocuente y disfrutable, me chupaba los dedos de sólo pensar lo que me podría encontrar accediendo a sus referencias míticas, aquellas acompañadas del semiactor Roy Loney o con el armonioso Wilson en su fecunda etapa británica al cobijo del gran Dave Edmund .


A partir de entonces me convertí en un fanático de los
Flamin’ Groovies, adoptando en su nombre mi pseudónimo de guerra en cuestiones rockandrolleras, persiguiendo cualquier disco, reseña literaria, noticia en la que se descifrara los porqués del mito que les acompaña como leyenda de culto. Incluso durante años lucí orgulloso camiseta serigrafiada, vía fotocopiadora chapucera, con el frontal de esa obra maestra 5 estrellas, ese alegato guitarrero con más cool que la discografía completa de Miles Davis, que atiende por Now.

Me hubiera gustado extenderme más, contar algunas anécdotas que me ocurrieron en su nombre, mis problemas con una casa de discos de Madrid donde me hice con el
Supersnazz o cómo gastarse los pocos dineros que se tienen de estudiante en importar discos desde Australia a más de 12 euros de los de 1988, pero el tiempo apremia y los chicos de Serie B intentan que todo esté a punto para la fiesta de presentación de la edición de este número 9.

Acompañaré no obstante toda la discografía oficial de los geniales...FLAMIN' GROOVIES!!!!

Sneakers.

Extended Play grabado en 1968, primera referencia groovie después de dejar atrás el nombre de Lost and found. La influencia del frontman Roy Loney, célula rockandrollera del grupo y artista diletante, se deja notar. Siete temas que divergen estilísticamente entre el country rock ("
Golden clouds") hasta el ragga ( "My yada") pasando por el r&b psychedélico west coast ("The slide") o el beat irresistible ( "I’ m drowning").Los Groovies todavía parecían más una orquesta de salón capaz de poder con cualquier cosa que una banda que decididamente ha encontrado su rumbo.

Aún así debe considerarse un frugal y sabroso entremés.

Supersnazz.

Si alguien ha comprado alguna vez en la tienda de Madrid Escridiscos le sonará la portada ya que es utilizada como bolsa de compra. Su mejor carátula y la más definitoria de la idiosincrasia groovie: 5 muñecos con sonrisas de oreja a oreja asiendo botellas de gas, cubos ardientes y cartuchos de dinamita a modo de baquetas. Ese espíritu festivo e incendiario que he comentado antes te lo encontrarás a espuertas en este magnífico decálogo de rockandroll mueve pistas ideal para poner patas a arriba cualquier fiesta mortecina y crepuscular. Sigue mandando Loney (no hay pega si firma temazos como "Love have mercy" o "The first one free") dejando a Jordan algunas cositas de menor relevancia ("A part from that","Brushfire"). Entre tanto, el sándwich se complementa con algunas correctas versiones de clásicos americanos y con una excelente muestra de su poderío en las baladas ("Laure did it").Los cimientos empiezan a ser firmes y el grupo se encuentra preparado y excelentemente engrasado para abordar empresas de mayor calado: los extraordinarios Flamingo y Teenage Head.


Flamingo.

Abandonada la estancia en Epic la banda es acogida por el label Kama Sutra, cuyo primer trabajo es este fantástico Flamingo. Uno de los pilares de la leyenda Groovie, rellenito de potentes rockandrolles al modo Loney ("Gonna rock tonite", "Second Cousin"), elocuentes y salvajes muestras de lo que una banda en plenitud de facultades puede llegar a conseguir con dos guitarras (vaya duelo entre Tim Lynch y Ciryl Jordan), bajo y batería y de cómo el punk comienza a tomar forma bastantes años antes de que Rotten y cía escupan por primera vez al público ("Headin for the Texas border", "Road house"). Estos tíos son unas monstruos y le pegan por igual a los estandars littlerichardianos ("Keep a knockin") que al rockandroll, que definiendo el protopunk, como de forma inopinada e insospechada se atreven y bordan una suite psychedélica a mayor gloria del sonido Canterbury.

Están en la cima de su poderío y todos nos hemos dado cuenta.

Teenage Head.

Considerada por muchos la obra capital de los Groovies etapa Loney (después de este trabajo se larga con los Phantom Movers para seguir pergeñando rockandrolles chisposos y rutilantes y renacer su etapa teatral con viejos conocidos como el actor de la película Cabaret). Sea así o no Teenage Head es tan obligatorio como Flamingo y Supersnazz y tan bueno como cualquier excelente disco que puedas llegar a recordar. Quizá sea su disco más homogéneo estilísticamente hablando, el mejor secuenciado y el más claramente stoniano, lo que pueda haberle convertido en el más apreciado y valorado. Razones, como siempre, no faltan. Desde la slides de "High Fying Baby" hasta la sentida y exilemainstreetiana "Whiskey woman" todo encaja con perfecta sincronización. Teenage es rock setentero americano , ése que macera con certera combinación country, blues y garage, ése que llega a las entrañas y te hace seguir estremeciendo y disparando las glándulas sudoríparas y adrenalínicas. Mi debilidad: "Have you seen my baby?" Irresistible y espídico cover del genio Randy Newman. Un 10. A archivar junto al Sticky Finger, el Sailing Shoes de Little Feat y el Second Helping de Lynryd Skynryd.

Shake some action.

Primera entrega de su etapa Beat británica producida por Dave Edmunds y su disco más conocido y valorado. Si hacemos caso a lo que se publica por ahí estamos ante el mejor disco concebido por la Invasión Británcia desde 1964, una leyenda del rockandroll desde le mismo momento de su publicación, 1976; una joya atemporal como pocas y el mejor tributo posible a los Fab4 de Liverpool.
Recapitulemos. La marcha de
Loney tras Teenage Head, la detención por tráfico de cocaína de Tim Lynch y el abandono del batería Danny Mihm coloca a los Groovies al borde de la desaparición. Pero Jordan es un tipo duro de pelar que no abandona así como así y recluta para sustituirles a Chris Wilson (luego en Fortunate Son y Barracudas), James Ferrell y David Wright. El resultado es más que sorprendente por satisfctorio. Sin la perspectiva impuesta por Loney haciéndole sombra, Jordan se dedica a lo suyo, a componer en compañía de Wilson preciosas canciones pop con magníficas voces en la mejor tradición Everly Brothers, Beach Boys y Beatles de menos de 3 minutos ("Sometimes", "You tore me down", "I can’t t hide") que atrapan toda la magia compositiva de Lennon/McCartney sin perder un ápice de personalidad groovica.

Slow Death


Como he mencionado antes las canciones sintonía beat se imponen, pero queda espacio para certeros disparos rockeros ( "
St .Louis Blues" y "Dont’t you lie to me"), recuerdos nada nostálgicos de un pasado feroz. Mención especial merece la canción que titula al disco, una de sus mejores canciones de siempre que es como decir una de las mejores de la historia, la perfecta canción pop, insuperable carta de presentación de un disco espléndido a pesar de excluir uno de sus temas más alabados en ese periodo, "Slow Death". Totem pop que sin embargo, a mi parecer, se verá superado con la publicación de su posterior trabajo.


Now.

Si Shake es su disco Beatles, este es su insuperada colección Byrds. No albergo dudas, este es el mejor disco de los Groovies junto con Teenage Head, superior a Shake some action y uno de los mejores discos de rockandroll de todos los tiempos. Así, con dos cojones y un palito. Reconforta comprobar como lo atestigua también la Guía esencial del Punk y la Nueva Ola publicada por Rock Indiana.. Si esplendorosa es la versión Byrd de “Feel a whole lot better” cojonuda es "Move it", si evocadora es "Take me back" impresionante es "Reminiscing", si impecable es la versión Stones ("Paint it black") mágica acontece "Dont’t put me on". Luego están la saltarina y roquera "House of the blue light" y, en fin, para qué seguir. Todo aquí es sublime, perfecto, impecable.¿Y las guitarras?,¡Dios, qué guitarras!, ¡cómo suenan las de "Don’t put me on" y las de "Feel a whole"!. Y es que ésto no es un disco, es un homenaje a mayor gloria de la guitarra en todas sus modalidades.
Si no me crees, si piensa que exagero, deleítate con la foto de contraportada y hazte con este disco cuando vayas a comprarte el próximo. Lo dicho, un 11.

Jumpin’ in the nignt.

Estoy escuchando este álbum después de 20 años, pero cada nota, harmonía, guitarra de 12 cuerdas está prendida en mi memoria. Vi a los Groovies una docena de veces en 1980 y en cada show me golpeaba contra las vallas. Recuerdo a los músicos tocar guitarras de 12 cuerdas y bajos de 8. Eso era poder. Eso era pop, pero no power pop, era el Apocalipsis a base de jangle, garage, Beatles, Byrds y Stones. Por aquéllos entonces los Groovies tenían mucho más que ver con The Clash (siempre, afirmo yo. Nda) que con The Knack”. Quien habla así de este disco y de los shows que acompañaron a su publicación no es cualquiera. Es Steve Wynn, responsable de uno de los mejores discos de 80’s, “Days of wine and roses” con su banda "The Dream Syndicate" y un excelente conocedor de la Historia del Rockandroll.

Último trabajo de la trilogía inglesa, Jumpin´ supone un bajón respecto a sus impresionantes precedentes. Como ya dije una vez, no se puede estar firmando obras maestras cada año. Aun así el resultado es más que apreciable. Siguen en sus trece con las versiones de Beatles y Byrds (ahora también acompañan una de Dylan, "Absolute sweet Mary" y otra de Warren Zevon, "Warewolves of London") y los temas propios son estupendos ("Jumpin’ in the Night", "First plane home") aunque no fantásticos. Lo que no ha cambiado son las guitarras que vuelven a ser fantásticas y despegan a la atmósfera tan rápido como el ozono. Jumpin’ supone el punto final a la edad aristocrática y dorada de su existencia. A partir de este momento las deserciones, las drogas y los múltiples problemas con las discográficas harán mella definitiva en la banda. Han sido años de rockandroll, de honestidad y sacrificio, de amoríos por una forma de vida que nunca les juzgó acertadamente y siempre les negó los logros que ellos merecieron. Pero nada de eso importa a los que como yo les seguimos adorando, fieles escuderos de su andanzas, porque ellos representaron mejor que nadie la honradez y la pasión del que ama el rockandroll por encima de todas las cosas. A modo de corolario, de síntesis subjetiva, “no fueron los más grandes pero sí los mejores”.



One night stand.

De este disco ya he hablado en la introducción. Finiquitada la productiva y provechosa etapa británica, Jordan se encuentra una vez más solo en compañía de su fiel Alexander. Será otra vez un fan, Peter Noble, el que le rescate del olvido, esta vez desde Australia. One nigth stand es, como no podría ser de otra manera, una trabajo que huele a recalentado, consistente en poner al día las célebre canciones que le otorgaron prestigio y reconocimiento. Ayudados por un guitarrista más cercano al hard que al rock y el beat sesentero y por un eficiente batería, van desgranando éxitos imperecederos ("Shake some action" y "Slow death) conjugados con efectivas versiones de amigos ("Bittersweet", de Hoodo Gurus) e ídolos de juventud ("Kicks" de Paul Rever and the Raiders) y "Call me Lightning" (Pete Townsed, The Who) aparte de un espídico "Money" y un sensacional "Tallahassie Lassie". El resultado lejos de defraudar nos vuelva a congraciar con una banda que ha perdido definitivamente la brillantez pero que todavía e capaz de dar coletazos de buen rockandrol y hacernos pasar un rato extraordinario. Pongánle que quien tuvo, retuvo.

Step up.

Último trabajo original conocido (bueno hay otro por ahí de título Rock Juice que es Step Up modificado) y segunda referencia tras su regeneración australina. Algo más consistente que One night stand pero menos convincente por la ausencia de joyas del calibre etapa Sire. Todavía hay trallazos ("Way over my head", "She’s got a hold on me", "Can’t stay away from you") que harían palidecer toda la discografía de epígonos como Fortunate Son y Barracudas, mas hace tiempo que el duende creativo de enjundia les dejó de visitar. Norma es acompañar la producción propia con excelsas versiones. En este caso los homenajeados, bienes cierto que con poco brillo, son Dave Edmund ("Land of the few") y una enésima y anodina recreación del "Milcow Blues". Si en todos sus discos hay alguna sorpresa, las de este son un sentido homenaje a Lennon con título elocuente y parco: "Thanks John" ; y un agradecido tributo a la tierra que les acogió recientemente y les brindó su cariño, "Way down Under".








Por Groovieland

(2005, revisado)

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