lunes, 14 de diciembre de 2009

CONATOS DE ORGASMO. MÚSICA PARA UNA NUEVA VIDA

PUTURRÚ DE FUÁ
Música para una nueva vida

La vida siempre se abre camino, como diría Jeff Goldblum en Parque Jurásico o cualquier anuncio de Coca-Cola. Parece que tienen razón, y quizá por ello hace unos meses tuvimos en mi santa casa una muy buena nueva: había nacido mi sobrino Rafael, y con él regresaba la fe en nuestro linaje, duramente asesinada por mi persona.

Prematuramente, tal como tiene que ser en todo aquel proceso que pretenda someter a alguien a un cruel determinismo, me surgieron una serie de conjeturas sobre esta nueva vida recién llegada. Y una de ellas, claro está, fue qué escucharía mi sobrino conforme fuera creciendo.

Considero inevitable que en sus primeros meses y años de vida Rafael sea bombardeado con un sinfín de cancioncillas infantiles de carácter más o menos universal. Solo pondré como condición que en ningún caso se trate de piezas interpretadas por Rosa León, de quien percibo un pérfido trasfondo. No así de Teresa Rabal, a quien encuentro auténtica.

Sin embargo, cuando Rafael haya crecido, podrá ver y oír más cosas. Y he aquí que sin imponer nada en ningún momento, le expondría gustoso a determinadas referencias.Así, no dudaría en escuchar con él cualquier disco de las Vainica. A mi juicio le aportarían tres cosas, muy valiosas: un potente estímulo a la imaginación; un solvente friso cultural de raíz popular, tanto tradicional como rock; y un sentido de la sencillez como vía –la más difícil- para expresar cosas valiosas. No obstante, para conocer a las Vainica con rigor, el lector debe acudir al artículo que Groovieland publicó sobre ellas en la web de Serie B fanzine.

En los momentos más relajados y lúdicos llegaría el turno de Los Nikis. Y con toda la intención. Quienes vivimos en Córdoba –no es que Córdoba sea el centro de gravedad de las tendencias, es simplemente que el horizonte de quien escribe es bastante limitado- observamos a nuestro alrededor una importante eclosión de un fenó-meno que podríamos llamar wealthy punk, o punk adinerado. Totalmente respetable, lo digo sin dobleces. Pero a mi juicio aburridísimo y plano, al menos hasta lo visto. Y como es posible y probable que cuando mi sobrino organice su primera fiesta medieval aún pululen los Pignoise, creo que sería injusto privarle de la escucha de los de Algete. Rafael, con Los Nikis, aprenderá historia, tendrá cuidado con los tiestos de Ernesto y adquirirá valiosos valores, pues sabrá que “la ultraviolencia siempre acaba mal”. Y encima se lo pasará bien. Música despreocupada para una infancia despreocupada. Qué frivolidad…

Y llegado el momento de organizar una fiesta, o cualquier momento de divertimento explosivo ¿alguien puede negar que Billy Halley and his Comets, Chuck Berry o Elvis son la opción más segura para que, por ejemplo, una fiesta de cumpleaños sea una auténtica locura? Qué buen rato pasarían Rafael y sus amigos enloqueciendo a ritmo de Johnny B. Goode, siendo todo ello posible sin necesidad de un condensador de flujo ni de un Michael J. Fox que interprete al final riffs endiablados que aún no les gustarían… supongo. Y además Rafael y sus amigos emprenderían un camino, si es que así lo desean, desde justamente el punto de partida.

En los momentos de profunda experimentación, no descarto pinchar cualquier banda sonora de cuando la Disney hacía películas y no mulanes ni pocahontas; o incluso L’Hora del Pati de Adrià Puntí, disco que paladeo en el momento presente.

Y algún lector se preguntará, no sin cierta angustia: ¿pero y la música propiamente infantil? ¿Y Parchís? ¿Cómo privarle del Super-Disco-Chi-no-Filipino de Enrique del Pozo y Ana Anguita? Tranquilidad. Tengo fe ciega en que si mi sobrino escucha a Los Enemigos con 10 o 12 años, disfrutará hasta el tuétano de Comando G, que siempre alerta está, durante el resto de su vida. Quizá por ese peterpanismo que dicen que padecemos, no conozco mejor lubricante de fiesta que se precie que las canciones explícitamente infantiles. Pero no es un goce puramente nostálgico; hay también un fuerte componente de culto a lo kitsch, otro de descubrimiento en tales canciones de virtudes ocultas –en ocasiones, extremadamente ocultas-, otro de fascinación por un easy listening arrebatador e imbatible… es decir, todo un conjunto de circunstancias al que en principio no pueden acceder los niños, aunque sí los peterpanes. Pero no cualquier peterpán, sino tan solo aquellos cuyas madres les hayan dicho que “algún día serás un hombre, y serás también el líder de una grande y vieja banda”...



Por Puturrú de Fuá
Ilustración por Sithbass

No hay comentarios: